Hoy, 14 de noviembre, se celebra el ‘Día Mundial de la Diabetes’, una conmemoración señalada por la Organización Mundial de la Salud para dar a conocer esta enfermedad y concienciar sobre su prevención y tratamiento.

Pero, ¿qué es la diabetes?

Diabetes es aquella situación en la que los niveles de azúcar (o glucosa) en la sangre están aumentados, según informa la Fundación para la Diabetes. A la glucosa que circula por la sangre se le llama glucemia.

Hipoglucemia

 En sentido estricto, se considera hipoglucemia cuando el nivel de glucosa está por debajo de 55 mg/dl. Sin embargo, para las personas con diabetes solemos considerar bajada cuando está por debajo de 70 mg/dl, aunque hay que individualizar este valor (por ejemplo, en mujeres embarazadas, en las que pedimos un control estricto, podemos dejarlo en 60-65 mg/dl.

Una alimentación sana y saludable durante el embarazo previene la diabetes gestacional

Sin embargo, en personas en las que una hipoglucemia puede resultar especialmente peligrosa, como los pacientes con cardiopatía isquémica o crisis epilépticas, podemos subirlo a 80, 90 mg/dl o incluso cifras más elevadas).

Una persona con diabetes puede no percibir los síntomas de hipoglucemia, especialmente en los pacientes de larga evolución o si la bajada es suave, mientras que una caída brusca del nivel de glucosa puede percibirse como hipoglucemia incluso con valores de glucemia elevados.

Normoglucemia

Se consideran plenamente normales los valores de glucosa en ayunas que no superan los 100 mg/dl. Entre 100 y 125 mg/dl hablaríamos de Glucemia Basal Alterada y 126 mg/dl o más son diagnósticos de diabetes.

Para una persona con diabetes los objetivos de buen control deben individualizarse y varían mucho de unas personas a otras pero, en general, podríamos decir que antes de las comidas las glucemias deberían oscilar entre 70 y 130 mg/dl y no subir por encima de 160-180 mg/dl a los 90-120 minutos de la toma de alimentos.

Hiperglucemia

Valores anormalmente altos de glucosa en sangre, por encima de los valores reseñados en el apartado anterior de la normoglucemia.

Si usted no tiene diabetes y en una determinación ocasional de glucemia se encuentra a 100mg/dl, o más, consulte a su médico. Probablemente le recomendará una segunda determinación.

La dificultad del organismo para regular la normoglucemia puede responder a varias causas.

La diabetes es una enfermedad crónica y, hoy por hoy, incurable.

El diagnostico de diabetes solo lo puede confirmar un médico.

Es importante orientar los esfuerzos a mantener los niveles de glucemia lo más cercanos a la normalidad posible y de manera sostenida.

¿Para qué sirve la glucosa?

Todas las células del cuerpo necesitan energía para estar en activo, mantener las funciones vitales (como el latido cardíaco, movimientos digestivos, respiración…) y además mantener la temperatura corporal y los movimientos musculares.

La glucosa es la principal fuente de energía para el cuerpo humano, como la gasolina lo es para mantener el motor del automóvil en marcha. La glucosa entra en el organismo con los alimentos. Con la digestión, a lo largo del tubo digestivo se pone en marcha una cadena de transformaciones químicas que convierte los alimentos en nutrientes y estos en elementos más pequeños.

Los alimentos transitan por el tubo digestivo y, al llegar al intestino delgado, la glucosa pasa a la sangre y del torrente circulatorio a las células.

Recorrido de la glucosa desde el instestino a las células. Infografía de la Fundación para la Diabetes

Para entrar dentro de las células y ser utilizada como energía, la glucosa necesita la mediación de la insulina. La insulina es como la llave que, encajada en la cerradura, abre la puerta de las células.

El cerebro y las células del tejido nervioso son las únicas de todo el cuerpo que reciben glucosa directamente del torrente sanguíneo sin la mediación de la insulina. La glucosa es, en este caso, la única fuente de energía.

¿Qué pasa cuando falta glucosa?

Cuando los niveles de glucosa en sangre están por debajo de la normalidad se produce una hipoglucemia.

Aunque la sensibilidad y/o percepción de los síntomas de hipoglucemia varían notablemente entre unas personas y otras, las señales de alerta más frecuentes son:

Sudoración (sin calor); sensación de hambre de aparición brusca; debilidad; palidez; sensación de mareo; temblores y nerviosismo; palpitaciones; alteraciones del comportamiento; y, entre otros, irritabilidad.

Análisis de glucosa en sangre a un paciente

Si no se corrige rápidamente esta situación pueden aparecer: visión borrosa, dificultad para hablar, confusión mental y pérdida del conocimiento (coma hipoglucémico).

Los síntomas de hipoglucemia NO aparecen todos por igual, cada persona debe aprender a identificar sus propias señales de alerta.

Cuando la glucosa escasea, el cerebro y las células del tejido nervioso no pueden ser nutridas normalmente, entonces el organismo activa una serie de mecanismos para protegerse de la situación de peligro y para advertir al individuo que debe actuar con rapidez. Se produce la elevación de una serie de hormonas como la adrenalina, el glucagón, el cortisol… con la finalidad de movilizar las reservas de glucosa que existen fundamentalmente en el hígado.

Hay que actuar sin demora

1. Ante los primeros síntomas (sin pérdida de conciencia) hay que tomar azúcar: 2 o 3 terrones de azúcar, (15 gr), o 1 vaso (150 ml) de bebida: zumo de frutas, cola…, o, entre 3 y 5 galletas.

Los síntomas suelen ceder en 5 – 10 minutos.

2. Si la hipoglucemia es grave, con pérdida de conciencia, no debe intentarse que la persona con diabetes coma ni beba nada. Se precisa la inyección de una ampolla de glucagón por vía subcutánea (se inyecta igual que la insulina) o intramuscular (en la nalga).

El glucagón debe hacer su efecto en unos 10 minutos.

Si no hay recuperación, la persona afectada debe recibir asistencia médica inmediatamente.

Si hay recuperación, hay que verificar el nivel de glucemia con repetidos controles y comer alimentos con hidratos de carbono de absorción lenta.

Después de un episodio de hipoglucemia con pérdida de conocimiento siempre debe comentarlo al equipo de profesionales sanitarios que le atiende.

¿Qué pasa si hay más glucosa de la debida?

Cuando los valores de glucosa en sangre se encuentran elevados se produce una hiperglucemia.

La hiperglucemia es indolora, de implantación progresiva y muchas veces pasa inadvertida en los primeros estadios. Pueden darse dos tipos de situaciones:

la hiperglucemia brusca o aguda; o, la hiperglucemia sostenida o crónica.

La hiperglucemia brusca o aguda

En pocos días la glucemia llega a valores de 250 mg/dl, o más. Después del ayuno y el descanso nocturno, algunas veces a mucho más. Síntomas o señales de alerta:

Ganas de orinar con frecuencia y hacer micciones muy largas (poliuria); mucha sed (polidipsia); hambre (polifagia); fatiga; aliento con olor a acetona (halitosis cetósica); olor de acetona en la orina.

La práctica deportiva previene numerosas patologías, entre ellas la diabetes. Fotografía del MITECO

Cuando esto ocurre se encuentran niveles de glucemia altos, glucosuria (presencia de glucosa en orina) alta y cetonuria (presencia de acetona en orina) también alta. Si la glucosuria y la cetonuria altas persisten hay un riesgo importante de descompensación diabética.

Cuando se instaura una descompensación diabética aparecen nauseas y vómitos, el hambre es sustituido por inapetencia y empeora la fatiga. El olor a acetona es perceptible en la orina y en el vómito.

Es una situación que requiere atención médica urgente. No hay que abandonar la medicación antidiabética , a pesar del vómito.

En algunas ocasiones es la primera señal de que existe una diabetes.

La hiperglucemia sostenida o crónica

Cuando los niveles de glucemia están permanentemente altos – aunque solo sea «un poquito altos» y nunca se haya tenido una gran «subida» – de manera lenta y progresiva se dañan los vasos sanguíneos y los nervios encargados de la sensibilidad, de manera que al cabo de los años aparecen claras señales de enfermedad vascular (vasculopatía) y neurológica (neuropatía) asociadas a la diabetes.

Estar «solo un poco alto de azúcar» no significa tener una diabetes leve.

La mejor inversión de futuro es conseguir mantener una glucemia lo más próxima a la normalidad posible, cada día.

¿Qué es y para qué sirve la insulina?

La insulina es una hormona del aparato digestivo que tiene la misión de facilitar que la glucosa que circula en la sangre penetre en las células y sea aprovechada como energía.

La insulina se produce en el páncreas, concretamente en las células beta pancreáticas.

El páncreas es una glándula situada detrás del estomago, al mismo nivel que el hígado, pero en la parte izquierda de la cintura. Cuando se empieza a comer alimentos que contienen hidratos de carbono, se activan unos sensores y el páncreas empieza a producir insulina que libera directamente a la sangre.

Alimentos con alto componente de hidratos de carbono. Imagen de Agencia Open Comunicación

Para que la insulina sea efectiva deben cumplirse dos condiciones:

Que el páncreas segregue insulina en cantidad suficiente y que las células la identifiquen y permitan su acción.

El páncreas, entre otras sustancias, segrega la insulina y también el glucagón. El glucagón es otra hormona que tiene el efecto exactamente contrario al de la insulina. Es hiperglucemiante (hace subir los niveles de glucosa en la sangre).

Cuando se confirma un fallo total en la secreción interna de insulina, la administración de insulina inyectada es el único tratamiento. Por fortuna hoy en día se dispone de fármacos de insulina que sustituyen la falta de esta hormona y permiten «imitar» la secreción interna.

Cuando la diabetes se trata con antidiabéticos orales (pastillas) y el médico aconseja empezar con insulina, no hay que demorar la administración de insulina inyectada. Ponerse insulina no significa estar peor, en algunos casos es el mejor tratamiento.

La grasa acumulada en la cintura es un indicador de una posible futura diabetes

Cuando se confirma un fallo total en la secreción interna de insulina, la administración de insulina inyectada es el único tratamiento. Por fortuna hoy en día se dispone de fármacos de insulina que sustituyen la falta de esta hormona y permiten «imitar» la secreción interna.

¿Todas las diabetes son iguales?

Sí y no.

Sí porque el resultado es muy parecido. Mientras que las células están faltas de su energía principal, es decir, de glucosa, la sangre tiene unos niveles de glucosa por encima de lo normal.

No, porque el origen del trastorno es diferente. Se distinguen principalmente dos entidades: la diabetes Tipo 1 y la diabetes Tipo 2:

Infografía de la Fundación para la Diabetes

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